Nostalgia de Pokémon

charmander bulbasaur squirtle

El otro día quise jugar a Pokémon. Es algo que me ocurre de vez en cuando. A veces, pasan seis meses; otras, dos años. Supongo que se corresponde con los periodos que podía tirarme sin jugar a la saga cuando era adolescente.

Los de principios de los 90 —así como imagino que los de fin de la anterior década— llevamos la franquicia tan dentro que difícilmente puedo imaginar que cualquiera que haya jugado a más de un par de generaciones del juego no note dentro esta nostalgia con cierta frecuencia: al fin y al cabo nos criamos con ellos. Sin embargo —ahora que veo mi antigua DS rota al medio bajo la tele del pueblo y con ella las posibilidades de recordar los latidos que mi pecho pide—, siento que lo de estar un rato a solas lanzando pokéballs es algo que debería dejar de buscar.

Veo las piratas alternativas para calmar mi infantil tristeza y me oigo decir “¿Qué haces? No eres un chaval. Lee periódicos, clásicos literarios, ve tertulia televisiva política y quéjate de lo mal que se vive por culpa de los corruptos: eso quedó atrás, ya no puedes jugar, tienes que crecer, seguir adelante, olvidarlo.” Luego cierro pestañas mirando al vacío y asiento, sumiso. Supongo que esa voz tiene razón: supongo que no soy más que un adulto, y que los adultos no tienen derecho a jugar como niños.

Hace unos cuatro años que no monto en la bicicleta de uno de sus juegos. Pensándolo, siento poco menos que dolor. Recuerdo las noches de verano con quince años, cuando el “cuatro” acababa en “de la mañana” y era la hora en la que le daba a guardar, a sobrescribir, apagaba los cascos —con música que a día de hoy, de escucharla, también me traería nostalgia— y me rendía al sueño. Recuerdo amanecer e ir junto a mi antiguo mejor amigo, que solo venía esos meses de verano. Jugar contra él, perder casi siempre —porque era muy bueno— y seguir intentándolo. Me acuerdo de que la última vez que lo hice, antes de que dejase de venir por eso de hacerse mayor, yo le ganaba. No puedo evitar sonreír al recuerdo con tristeza, pensando en si dentro aún sentirá un mínimo espíritu de revancha. Y, como a Pokémon, lo extraño.

De ser un jugador de pocos videojuegos, con muchas horas y del montón, he pasado a ser un consumidor con un espíritu poco menos que de fumador esporádico. Alguna tarde o noche —una por semana o mes, según la temporada—, sujeto el mando de mi Play 2, la que le compramos a mi cuñado en 2005, y juego un par de horas al Pro 12, o PES 2012, o como le queráis llamar al eterno segundón de los juegos de fútbol. Con ello me quito un mono que en realidad no siento. Suelo ganarle a la máquina; no tantas veces, a mis amigos. Supongo que es lo que tiene el haber pasado más de mil vueltas de reloj contra ella y apenas unas 50 contra los colegas.

Después, veo películas. Leo novelas que a veces me aburren. Hablo por WhatsApp con algún amigo, nunca demasiados, eso es lo que más suele pasar. Me doy un paseo por redes sociales en las que nadie me conoce o no soy importante. Juego a un par de juegos de los que los adultos sí respetan y en ellos sí gano. Luego me acuesto y pienso que a la mañana siguiente hay que seguir buscando trabajo, escribiendo para ser mejor, sonriendo para hacer que valga la pena. Y olvido Pokémon. Olvido cada uno de los pequeños retazos de mi infancia que mi cuerpo todavía anhela y me dejo caer a la espiral de la existencia que el mundo pide a un adulto.

Dentro de un mes es mi cumpleaños; hoy, tengo clarísimo lo que le voy a pedir a mi hermana. Quiero una 3DS de segunda mano, la más barata. Quiero volver a ser inocente por unas noches. Quiero volver a sonreír por un nuevo bicho, un nuevo pueblo, un nuevo mundo. Quiero sentir la emoción de invadir mi alma de algo de lo que me ha convertido en lo que a día de hoy soy. Quiero reducir mi nostalgia a aquello que nunca pueda recuperar, y no a lo que el mundo me pida que deje atrás.

Quiero volver a jugar a Pokémon.

2 comentarios en “Nostalgia de Pokémon

  1. Yo de nuevo, joder, no quiero parecer un maldito stalker (nah, no son malditos, son chéveres) pero es que suelo sentirme identificado con tus escritos xD o al menos, pienso que deberías de redactar en algún periódico o cosas por el estilo. «Los adultos no tienen derecho a jugar como niños» espero que eso sea sarcasmo, estoy seguro de que lo es jaja… yo he sido tachado de inmaduro muchas veces por hacer chistes como: «Hey, hay un gordo en el metro y está dormido, traigan una poke-flauta para despertarlo» y que oooobviamente, nadie más que mis colegas del alma entienden. (Igual, el chiste es malo lo veas por donde lo veas). El punto es que aún me gusta ver series de anime(aunque ya casi ninguna llena mis expectativas), aún me gusta jugar videojuegos y disfrutar cuando gano como si se tratara del mayor logro en mi vida, aún me gusta ir a las recreativas a gastar monedas en Metal Slug o KOF, aunque siempre haya sido malo para jugarlos. Si ser un adulto es dejar de hacer todas esas cosas, me aferro a la frase de uno de mis personajes favoritos: «Prefiero ser considerado un niño, que vivir una doctrina de caos, cinismo y apatía».

    ¡Saludos! 🙂

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    • En este caso, más que una ironía es ponerle voz a la sensación de lo que la sociedad de ovejas desea. Se nos enseña eso desde pequeños, y en ese aspecto me apoyo, no en el de mi propio pensamiento, donde la felicidad y el logro de metas es el objetivo y (por tanto) si hacer cosas atribuidas a niños te hace feliz da igual la edad que tengas para hacerlas.
      Esperemos que en unos años jugar no sea algo solo de chavales. Parece que se han esforzado porque así sea.

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