Si uno piensa en las características que suelen diferenciar las sociedades antiguas de las modernas, no tardaríamos en llegar a una pareja de adjetivos muy querida: cerradas frente a abiertas. Aparentemente, hemos avanzado a sociedades con una gran apertura a los pensamientos diferentes, la innovación y la libertad de conciencia. Sin embargo, creo que a pocos nos estará faltando la sonrisa cómplice típica de dos personas que intercambian presunciones de riquezas que saben que ni una ni otra tienen.
Ya sea la época de dificultad que la sociedad pasa, ya sea el efecto de las redes sociales, ya sea la hipocresía social que se ha comido todo, si algo está claro es que la apertura a escuchar la postura distinta está pasando por un momento crítico que no promete grandes esperanzas. La criticada corrección política ha sido sustituida por un decir lo que quieren que digas disfrazado de pensamiento rebelde. La tapada de oídos al pensamiento distinto se ha enfundado de que no merecen ser escuchados. Y sí, la apertura de pensamiento se ha vuelto en realidad una dictadura que puede ser moldeada según conviene al que lleva su medallita en el pecho.
Yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así
La propia afirmación, que firmaría prácticamente cualquiera, es una propia demostración de sumisión. Que el mundo te haga rebelde viene a decir que tú que presumes de ir contra él no te has convertido en lo que has querido, sino en lo que el mundo «te ha hecho». Normal que defender la posición victimista sea fácil.
La conciencia de rebeldía se ha convertido en uno de esos mantras vacíos que todo el mundo podemos usar. Es tan fácil como elegir tendencia contraria y decir que te rebelas contra ella:
-¿Eres progresista? «¡Hay que rebelarse contra la tiranía de los anclados en el pasado!»
-¿Eres conservador? «¡Hay que rebelarse contra quienes quieren acabar con lo que tanto nos ha costado construir!»
-¿Odias la pizza con piña? «¡Hay que rebelarse contra esa aberración!»
-¿Amas la pizza con piña? «¡Hay que rebelarse contra quienes oprimen nuestros gustos!»
A nivel político, el tema es un cachondeo, pero a nivel social no está mucho mejor la cosa. El que la globalización nos haya permitido encontrar fácilmente a quien se opone a nuestros gustos (y en gran número) hace que siempre tengamos rival contra el que rebelarnos, pudiendo posicionarnos en el rol de débiles que tienen que luchar por lo que tratan de arrebatarles.
Correctamente políticamente incorrecto
El tema de la corrección política es a día de hoy una comedia divina. ¿En qué área a día de hoy lo políticamente correcto es comportarse de tal modo? ¡La incorrección política es lo que se lleva! Hasta el punto de que lo políticamente incorrecto es, precisamente, comportarse como es debido en ciertos ambientes.
Las redes sociales son un clásico; lo de Twitter, un referente. ¿Alguien cree de verdad que ser políticamente correcto es lo más aceptado en una red como Twitter? ¡Venga ya!
Este juego, al menos en español, se ha hecho todavía más paródico por las palabras. El término corrección política hace referencia desde hace mucho a adoptar una postura civilizada, que vendría a ser la típica de un ciudadano ejemplar de una determinada sociedad. Obviamente, el ciudadano ejemplar de cada red no suele ser la persona polite típica de la sociedad de los 90. Y he aquí que la gente se considera rara avis por ser tan incorrecto como todo el mundo espera que sea. Pero ¡ojo!: de cara a dentro pueden presumir de que son políticamente incorrectos.
Abiertos de oídos sellados
El ser abierto de mente es todo un referente de la sociedad actual. Uno de los principales emblemas a lucir en el pecho. Y una habitual mentira como una casa.
Vamos a ver: si escuchas a quien no piensa como tú, puede que seas abierto de oídos. Pero si no tratas de ponerte en el lugar de quien piensa completamente distinto de ti, no me vengas con que eres abierto de mente, porque estás reconociendo estar cerrado a abrirla.
«¡Es que ese pensamiento es intolerable!»
Puede serlo en tu mundo y en tus valores. Seguramente también para quien escribe estas líneas. Pero esa persona piensa eso. Y no por escucharlo o por tratar de entender cómo piensa te conviertes en lo que esa persona es.
Por tratar de entender a un amante de la pizza con piña no vas a ver perjudicado tu cerebro, ni vas a ser un defensor de la pizza con piña, ni a llevar dentro un virus de pizza con piña.
Creer que por respetar clicheicas libertades humanas como la libre sexualidad o el vivir en comunidad eres un abierto de mente es de un postureo absurdo: como mucho, eso te convierte en una persona respetuosa con esas libertades. Serás un abierto de mente si buscas entender cómo piensa o siente toda persona que te encuentres con características que hasta entonces nunca hayas buscado entender. Y esas, por desgracia para estar sociedad de ojos vendados, suelen pertenecer a aquellos colectivos que se han ganado (injusta o, también, justamente) ese rechazo.
Inescuchable
Que conste que ser un cerrado mental es algo perfectamente entendible: recordad que todos estos que dicen ser abiertos, pero luego no escuchan a quien piensa distinto, tienen la excusa de que el mundo les hizo así y con ella basta.
Más si cabe con el polarizado modelo social.
El entretenimiento clásico tenía en este aspecto una gran desventaja y una gran ventaja. Un altísimo porcentaje de la población era de televisión y claro, solían enfrentarse a los mismos estímulos que quienes no pensaban como ellos. Esto hacía que la variedad de pensamiento a partir del entretenimiento se redujese, aborregando a la gente; por otro lado, la variedad actual hace que la gente que piensa distinto entre ella no coincida casi nunca.
¿Y qué ocurre cuando a las personas les quitas el contacto con elementos que no comparten? Pues menos capacidad de adaptarse a lo que no les gusta. Lo que viene siendo mayor intolerancia.
En ciertas redes sociales es muy fácil verlo: opinión fuera de la línea de pensamiento = linchamiento de reacciones en contra. Twitter es el ejemplo más fácil, pero no nos ceguemos: las hay de todos los colores y creencias. El problema está en que esa reacción represiva es educacional: la gente que tiene ese tipo de pensamientos aprende que de exteriorizarlos se verá linchada, pasando o bien a silenciar su opinión, a cambiarla para ser aceptada por el grupo o a apartarse de este o la red.
¿Y qué se consigue si marginamos, deformamos o acabamos el pensamiento diferente de un grupo en aras del común y aceptado? ¿Qué supone en una sociedad el acabar con las opiniones de quienes no piensan como nosotros? Ni más ni menos que dictadura de pensamiento.
Un pensamiento que en ningún caso va a ser individual, sino grupal y aborregado.
Un pensamiento que nos permitirá dictar. Qué es tolerable, qué no; dónde están los límites para ser una persona de mente abierta; cómo comportarnos para poder colgarnos medallitas o no.
Y un pensamiento que, al encontrarnos con otros grupos fuera de esa microsociedad o sociedad específica, nos permitirá la intolerancia, la marginación y demás modelos creyéndonos, por las leyes de nuestra pequeña sociedad, modelos de comportamiento.
Con espejos deformados, claro está.
Una breve conclusión
Me gustaría terminar recalcando dos puntos para aquellos con la cabeza cuadrada y la medallita de abiertos en el pecho.
No eres abierto por aceptar a quien no es como tú pero no va en contra tuya. La mente abierta es la de aquel que intenta entender cómo piensa la gente que nunca has pensado cómo piensa.
Y la apertura de mente ante quien no es como tú no te vuelve como este. No por buscar entender cómo piensa tienes por qué pensar o sentir igual. Tú eres tú.
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