Qué hay detrás de la publicación de mi primer libro (I): el antes

Quedando muy poco para que publique mi primera novela en Amazon, me gustaría dedicar este post a algunas de las sensaciones que me han llevado por este proyecto. Por supuesto, no hablo de contenido, sino de qué me ha conducido hasta este punto previo.

Un poco de contexto

Como muchos sabréis, la escritura de ficción es la gran vocación de mi vida. No voy a entrar en los habituales lugares comunes de la juventud del gremio: me quedaré con que siento que mi presencia aquí está para construir nueva realidad; crear argumento es, junto con soñar, la manera más bonita de hacerlo.

True Man es la cuarta novela que escribo, en medio de los aproximadamente 200 relatos cortos y las numerosas presencias en concursos literarios. No sin la entendible sensación de decepción pese a los pequeños éxitos, me llevo ser finalista del Casa del Marqués, publicado en alguna que otra ocasión y escribir estas líneas junto a una biblioteca en la que hay un libro de editorial con un relato mío. Me pone muy contento.

El siguiente en estar ahí será el propio True Man y eso solo puede alegrarme, aun siendo yo el único del que depende que lo esté.

La decisión de autoedición

Sin duda, he sido toda mi vida un gran defensor de las editoriales. A mi ver, ellas son las que cuentan con profesionales que viven de ello y saben qué es lo suficientemente bueno para publicarse. Sin embargo, que este libro vaya a salir en Amazon sin pasar por ninguna entrega a editorial no es una sorpresa por dos razones.

La primera y clave para mí, es la duración: True Man ronda las 200 páginas. Si bien es más que suficiente para un mundo en el que la literatura sufre por la demanda de contenidos consumibles en 5 minutos, ¿qué editorial produce una novela breve saliéndole a cuenta?

Pues ahora sumadle tener que producir a una persona con la popularidad de una patata olvidada en un campo de cultivo. La realidad editorial actual pasa por la necesidad de artistas que vendan con su simple nombre, casi que con independencia de la calidad argumental o escrita. No solo es que la contratación de una estrellita de la pantalla le vaya a suponer más ingresos que un verdadero talento desconocido, sino que la apuesta por varios autores que no tengan una imagen de marca propia puede suponer que la editorial se vaya al tacho.

En situación de estas dos realidades, ¿qué salida le queda a esta historia? ¿Un cajón metafórico? ¿Hacer un volumen extravagante con varios títulos? ¿Meterle paja hasta las 70000 palabras?

Pienso que a las historias hay que tratarlas con respeto, y es por ello que True Man va a salir como le toca: sola y libre de cargas de nombre y corsés de mercado. Para filtros editoriales, tenemos otras tres buenas opciones que tampoco perderían nivel de verse en algún momento autoeditadas.

Al fin y al cabo, son víctimas de un modelo cuyo romanticismo se está comiendo la necesidad de popularidad.

La escritura del manuscrito

Sin spoilers, True Man es una exploración de lo poco inexplicable que nos queda en el día a día. Un relato de suspense con dos caras que incorpora algunos puntos recurrentes a lo largo de mi trayectoria.

Como viene siendo habitual en mí (y quiero creer que en la práctica totalidad de quienes escriben con profesionalidad), la planificación del relato ha sido central, más aún siendo un relato de doble historia intercalada. En este, destacó precisamente por cómo afrontar los puentes entre esos dos lados.

Como buen especialista de relato corto deformado por ello, los elementos alcanzan un peso muy superior al de descripción y rutina de la novela, dando un relato crecientemente ágil una vez presentadas las fichas sobre el tablero. Asimismo, su destino me ha permitido incorporar pequeños homenajes vitales y utilizar recursos universales que sin duda inquietarán a más de uno.

El final de la primera redacción va a cumplir un año este día veintiséis, siendo profundamente revisado medio año después. Su lanzamiento estaba previsto para febrero de este, pero el registro se prolongó durante un par de meses más de lo previsto, por lo que al final será lanzado antes de que este extraño mes de abril de 2020 acabe.

El proceso con Amazon

Si bien repito que, con permiso del calendario de lanzamiento y la necesidad económica, el modelo editorial de publicación es para mí el mejor para alguien de a pie (especialistas en corrección de texto, maquetación, diseño de portada, fases de lanzamiento, etcétera), reconozco que —siendo un amante de la edición de texto y habiendo maquetado laboralmente en el pasado— me ha resultado comodísimo.

Si bien un programa de maquetación especializado sería seguramente lo más adecuado, Amazon y su modelo KDP te ofrecen modelos de Word para que solo tengas que pasar el texto y darle un par de pinceladas para tener la versión en formato ebook y tapa blanda. Sí es cierto que todo lo que aprendí de mi excompañera Bea Fariñas en mi último trabajo en edición de texto me ha permitido hacer algo mucho mejor de lo que una persona que no domine algo el tema posiblemente pueda realizar, pero lo cierto es que el proceso no es nada complicado y la previsualización del libro pinta bastante bien. Seguiremos informando, una vez en mis manos.

Los formularios no tienen mayor problema, salvo el no dejarte poner cómodamente el nombre artístico si lo tienes (en este caso, Osgonso). Sí que tienes que rellenar unos cuantos datos para cobrar (como el número de seguridad social y demás), pero me parece obvio cuando se supone que algo vas a acabar ingresando.

En definitiva, a falta de darle a Publicar, me ha parecido comodísimo y no me extraña que gente con muchos contactos y falta de calidad literaria para superar el filtro editorial de una editorial que les interese recurra a este tipo de medio para lanzar.

En definitiva…

Faltan muy pocos días para que la inquietante True Man sea mi primera novela en el mercado tras todos estos años de escritura a la sombra de los concursos y los requisitos de inedición.

Que Amazon sea la plataforma elegida obedece a razones de formato y falta de popularidad más que de un desencanto con el mundillo editorial, al que espero no renunciar nunca, por considerarlo a día de hoy como lo más importante para que las historias no vean extinguida su calidad a manos de autores que venden por sus números en redes sociales y no por darnos algo que deje su eco en el tiempo y los corazones de quienes todavía leen.

Espero que pronto pueda escribir la segunda parte de este artículo, con mis impresiones sobre lo que venga después de que el libro esté a la venta.

La lectura como mecanismo de empatía y apertura mental

Si algo tengo claro a lo largo de los años como lector, es que la lectura y conceptos como la empatía y la apertura mental tienen una relación nítida.

Alguna vez, tiempo atrás, me he encontrado con estudios sobre el tema (supongo que el de Comer Kidd y Castaño); sin embargo, mi propia experiencia es la que más me hace estar seguro de ello, y ya sabéis (insertar hiperenlace). Obviamente, no digo que quien no lea no pueda ser empático o tener una mente abierta: sería una idiotez. A lo que me refiero es que leer ficción es un mecanismo muy bueno para abrir la mente.

Diría que las noticias afectan poco, lo audiovisual algo, los documentales más y los libros de ficción del todo. Pero, ¿por qué funciona mejor? La ventaja es, sin duda, lo dentro que estemos de la mente de esa persona.

Las noticias, como sabemos, despersonalizan muchísimo: se habla de muertos en carretera; de asesinados y asesinos con nombres y apellidos, pero sin escucharlos nunca, ni conocer su vida, más que por paparazzis persecutores o tertulianos sin educación. Más que sensibilizarla, a la mitad de la gente la desensibiliza por su cantidad y parecido.

En cuanto a lo audiovisual, alguno se rebotará y dirá que es lo mismo que la lectura para sentirse mejor, cuando la diferencia es clara. En lo audiovisual, tenemos a la gente viviendo cosas, pero no tan habitualmente a la gente pensando —series como The End of the Fucking World o Fleabag generan su ventaja precisamente en ese gusto por mostrarnos el pensamiento incluso en medio de los diálogos—.

Los documentales nos permiten acercarnos muy bien y ver realidades, pero suelen tener el problema del montaje o la dilación en el tiempo: no vivimos la realidad pura, no vemos (solo faltaba) los grandes hitos en la vida de esas personas o animales que se nos presentan: solo entrevistas, grabaciones o ítems buscados.

La clave está en la literatura de ficción porque ahí estamos dentro. No solo vemos cómo la gente vive hitos de su vida, sino que es el único medio en que (habitualmente) se nos refleja con altísima fidelidad lo que siente el personaje, hasta el punto de que lo interiorizamos como comportamiento nuestro.

Especialmente vívido en las narraciones en primera persona, no solo podemos sentir que estamos dentro de ese personaje, sino que la suspensión de incredulidad nos lo llega a hacer sentir nuestro sentimiento propio, aunque quizás de un modo paralelo. La construcción mental del personaje suele ser mucho más profunda, ya que hay mucho más espacio para ello, mucha más descripción interna y profundización, así como elementos —solo hay que pensar en cómo se reducen las cosas al pasar los libros a película o serie, por largas que sean—. Además, en los momentos clave de lo audiovisual tenemos actos y diálogos, cuando en el de los libros solemos encontrarnos con esto, más la toma de decisiones interna.

El libro nos lleva a entender no solo por qué alguien puede actuar de cierta manera —como puede hacerlo una película o serie—, sino a seguir la línea de razonamiento e —importante— sentimiento que la persona sigue. De forma muy profundizada. Ver a alguien es una cosa, pero sentirlo propio es otra, mecanismo que muy pocas cintas pueden trasmitir a nivel parecido y mediante recursos muy específicos (se me vienen REC y Oso Blanco, por ejemplo).

Más allá de las frases de toda la vida —que quien no lee solo vive una vida y quien lee vive muchas y demás—, hay de nuevo estudios que reflejan la suspensión de incredulidad de la lectura como un mecanismo en el que los actos se interiorizan como vividos por uno mismo de algún modo.

Con todos estos elementos, no es difícil entender por qué es tan usable la lectura como mecanismo para la apertura mental y la empatía: al reconocer en alguna gente comportamientos como los que hemos vivido en alguna lectura, nos es mucho más fácil seguir la línea no de pensamiento, sino de sentimiento que ha seguido una persona en determinada situación. Y eso cambia mucho a que solo sea lo primero, ya que no es lo mismo decir «esto lo hizo por esto, por esto y por esto» que decir «se sintió así y por eso hizo esto, esto y esto».

El sentimiento y la emoción son algo importante para la naturaleza humana, por mucho que hayamos reducido nuestra concepción de las personas a los actos, muchas veces, contados por otras diferentes.

Un último apunte para pensar

Me gustaría terminar con una breve reflexión acerca de cómo afectará en el futuro la tendencia en consumo de ficción (y no ficción). No tanto por ser como causa, sino como síntoma.

Está claro que los libros viven una decadencia dolorosa tanto para los amantes de la literatura como yo, como para este tipo de ventajas asociadas a ellos que se vendrán abajo. Nuevos mecanismos de empatía han surgido, como el que la gente nos cuente su vida y pensamientos por redes, pero —como todos sabemos— muchos de estos se ven muy sesgados por la opinión de sus lectores y espectadores, restándole eficacia.

No queriendo cegarme y considerar la lectura como clave en nuestro pasado reciente —venga ya—, sí que creo interesante ver qué nuevas generaciones de gente culta —antaño asociada al leer y estudiar mucho— llegarán una vez la lectura deje seguramente su trono al audiovisual. Muchos intelectuales clásicos se caracterizan entre otras muchas cosas por un gusto por el sentimiento humano tan grande como aquel por el comportamiento; ¿dejarán los nuevos esta tendencia para centrarse solo en los actos?

A mi ver, el sentimiento es muy importante para el ser humano y no debemos relegarlo al nuestro propio. El desconocimiento de cómo se puede sentir de diferentes maneras nos llevaría a una desconexión con el resto de personas y a una incompetencia social preocupante. ¿Es la dificultad para interaccionar en persona en los nuevos tiempos una de las primeras muestras del nuevo orden? ¿El tener que escudarse en un teclado y una pantalla, un emblema de la falta de empatía? ¿La extensión del clima de censura y linchamiento una muestra de incapacidad sentimental?

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No te tomes las últimas preguntas como retóricas: ¿qué opinas tú?

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Paradojas del arte y entretenimiento actuales (I): producción, tiempo e hiperabreviación

Hoy vamos a explorar algunas de las realidades y paradojas de los contenidos de nueva época.

Ante ellas, trataremos de extraer algunas lógicas consecuencias para lo artístico en los próximos tiempos.

Aumento de número de productores y concentración del consumo

logo de netflix

No mintamos diciendo que el entretenimiento está mucho más cerrado que tiempo atrás: la personalización e individualización de los contenidos estaría sin dudarlo en el pódium de características de su actualidad. La producción es enorme y es prácticamente imposible encontrar a dos personas con consumos de contenidos idénticos, dando el previo modelo audiovisual en abierto muy pocas alternativas.

La capacidad de producción y la facilidad de consumo se han multiplicado tanto, ya solo en cuanto a audiovisual, que caro cuesta estar al día de todo lo que se sigue. Aparentemente, se trataría de un buen momento para los creadores. Sin embargo, si pusiésemos a un lado el tamaño del pastel y en el otro el cómo se reparte… ahí tendríamos la segunda paradoja.

Los grandes del mercado se lo han comido, quizás, como nunca. Da igual el mercado en el que nos centremos.

El enorme consumo legal de audiovisual argumental en plataformas se concentra en apenas… ¿cuántas? ¿3? ¿10? Y quien tiene contratada una o dos, ¿se plantea la legalidad para acceder a alguna película o serie en otra? Venga ya: el producto fuera de las contratadas se queda relegado, como mucho, a contenidos breves en gratuitas, como YouTube.

El hundimiento de las pequeñas librerías y el alza de las grandes plataformas de venta tanto en físico (Casa del Libro, FNAC) como en digital (Amazon o las previas) han abocado a que los títulos más visibles en sus catálogos engorden sus cifras a cambio de la enfermedad de toda pequeña empresa pequeña del sector, así como limitando sus títulos y lanzamientos a estimados éxitos de ventas a su nivel. Y claro, los ignorados autores sin visibilidad acabamos por poner los títulos en plataformas como la propia Amazon por nuestra cuenta, haciendo más sangre si cabe para no ver nuestras obras morírsenos en casa.

En cuanto a los espectáculos artísticos, desde la pintura a la danza y el teatro, la precariedad parece ser casi una norma más allá de las altas esferas. No hace tanto estuve en una pequeña actuación en un local de la zona por unos 4 o 5 euros. Éramos un público de 6 personas, y me atrevo a decir que dos eran conocidos de la intérprete: así, no se puede. Da la sensación de que hay cierta cultura de la gratuidad en los espectáculos artísticos, cuando es de recordar que a los artistas no les llega el dinero a casa salvo—quizás y precisamente— a aquellos por los que sí que se pagan fácilmente entradas con dos o tres cifras antes del símbolo de la moneda.

Que la cosa no estaba tan bien antes y que la popularidad siempre ha afectado es una obviedad, pero cabría esperar que en un momento en que la producción de contenidos y la personalización de estos es mayor que nunca supondría mayores oportunidades para la originalidad y la creatividad. Sin embargo, parece que —aunque más largas— las horas de consumo se seguirán quedando en cuatro o cinco grandes gigantes por sector, dejando la nueva creatividad en cajones, salas vacías y profundidades de la web más infinita.

Más tiempo libre y falta de tiempo

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Leía hace nada que el aburrimiento es clave para la creatividad. Aburrirse hace que la mente se vaya por derroteros inesperados y permita extraer elementos creativos más o menos útiles.

Esto no va en contra de que la inspiración llegue trabajando (soy un largo defensor de que la hoja en blanco se soluciona haciendo), sino que —durante mucho tiempo— en el cliché de persona bohemia podíamos encontrar ese largo tiempo ocioso para perderse en mil entretenimientos vagos que resultaban inspiradores.

La realidad actual es que las dificultades del panorama laboral, la reducción de horas de jornada laboral media, el descenso de la natalidad y las automatizaciones han hecho que el tiempo libre medio de la ciudadanía aumente, invitando a la creatividad. Sin embargo, en primera paradoja, solemos ir fatal de tiempo.

La variedad de entretenimiento y su disponibilidad 24/7 ha reducido totalmente la capacidad para pararse y dejarse llevar por el pensamiento interno. El antiguo clásico de comentar las cosas con la almohada se ha vuelto comentar las cosas con el móvil o, más bien, que el móvil te comente cosas.

Es decir, lo que aparentaba ser una buena oportunidad para la creación de nuevas ideas y pensamiento propio se ha convertido en la gran salida para el consumismo de contenidos, doctrinas y productos en general a cualquier hora.

Reducción de palabras y aportar algo nuevo no conocido

Poético de Alfred García: Sabes qué / qué / no lo sé

Si es que no sé para qué me curro los relatos…

Esto es un nuevo clásico: hay más tiempo y más necesidad de que el producto aporte y sea bueno; sin embargo, el contenido debe ser lo más breve o despiezable posible.

El hiperabreviar es un arte, no lo neguemos; si algo puede transmitir lo mismo en diez palabras que en cien, que se sea capaz de hacerlo es de maestro comunicacional. Sin embargo —y démonos cuenta de ello, pues es una verdad como un templo de grande—, no todo concepto se puede reducir a unas líneas.

Decir «Van dos y se cae el del medio» es mejor que «van dos personas montadas en una moto, llegan a una curva y la del medio se cae sobre el asfalto», ya que los elementos imprescindibles son los dos individuos, la caída y la mención al medio. Ahora bien, explicar el drama de que alguien con sentimientos de rechazo a su familia tiene que hacerse cargo de esta tras el accidente de sus padres seguramente no se pueda reflejar en una línea o en 8 minutos de vídeo de YouTube. Y, menos, si la historia tiene un gran contexto específico y componentes verdaderamente innovadores, de los que abren la mente del lector, espectador o consumidor si se prefiere; si la historia tiene una innovación u originalidad que requiere de entreno; si tiene que condensar factores muy diferentes y de distinto espectro.

¿Que se puede? Con alguno muy específico sí; con la mayor parte, no.

Pero pensemos también que no solo necesitamos la capacidad para hacer un elemento hiperbreve de altísimo nivel, sino que ser capaz de sacarle un rendimiento, un valor artístico, una importancia y demás.

Por ejemplo, un microrrelato perfecto nos puede dar un concurso literario, pero no nos va a suponer un soporte fuerte como escrito, como puede ser un poemario, una novela o un libro de relatos: no es comercializable, ni prácticamente tuyo, ya que ni registro fácil tienes para él; del mismo modo, un vídeo de un minuto en Instagram no nos va a dar la fama como genios del audiovisual, ya que de no tener seguidores, probablemente no llegue a nada y lo más probable es que una cuenta popular te lo plagie, haciendo pasar el mérito como suyo. ¿Quién te va a escuchar de denunciarlo? Puede que la justicia, pero no el público, que de los dos es quien más te ayuda a seguir creando. Tu obra seguramente desaparezca entre la marabunta de producciones. Tal y como seguramente despareciese entre la tuya si produjeses lo suficiente y lo suficientemente bueno como para tener su fama. El consumidor se ha vuelto un monstruo engullidor.

Esto puede hacer que suba el nivel de exigencia; es posible, aunque luego se vea lo que se ve. Pero al mismo tiempo estamos colaborando con arte de usar y tirar. No por ser más grande una obra es mejor: el arte no entiende (o debería entender) de tamaños. Lo que sí es cierto es que cada pieza debería tener la dimensión que merece, y está claro que la tendencia de la hiperabreviación se está comiendo arte por el mero hecho de no ser digerible en el tiempo que se tarda en pasar a la siguiente publicación. Incluso siendo alguien.

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Caigamos en el sistema de lo hiperbreve y dejémoslo aquí de momento. ¿Crees que existe un modelo útil con el que dar valor a lo hiperbreve? ¿Tienes HBO, Netflix, Amazon Prime, Movistar y un alquiler a la vez? ¿Echas de menos pensar antes de dormir? ¡Comenta! ¡Comparte! Y recuerda que puedes encontrarme en redes como @osgonso.