21 días en un concurso de relato público (3): el fallo polisémico y el fantasma de las navidades pasadas

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Osgonso entra en competición en el IV concurso de relato corto de Sttorybox, certamen de voto público con 3 fases eliminatorias y una final ante jurado de expertos, ubicado en la plataforma literaria con tintes de red social. Tras superar una primera ronda infectada de spamers, falsos Me Gusta y supuestos perros muertos, la administración de la página hace aparición en forma de unicornio en aras de limitar el terrible spam y voto de amigo a los que la competición está siendo sometida, reduciendo este en un cierto grado —quien sabe si demasiado tarde— y originando un monólogo antispam como fin del anterior post.

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Las otras rondas

Como era de esperar por la duración del concurso, la privación de spam, la eliminación de competidores y los amplios colchones de MG ganados en la primera fase, la segunda y tercera ronda del concurso se decantaron de forma mucho más calmada. Si bien algún que otro buen relato se quedaba atrás, en su práctica totalidad era por falta de interacción de su escritor con la red social, generando pues escaso revuelo ciertas marchas que, por calidad, pudiesen ser algo más sonadas.

El caso es que los primeros puestos se habían asentado bien y —aunque los “profundos” y los antiguos propietarios de perros muertos en comentarios caían plazas— poca opción habría de quedar fuera para los top 100, habiéndose situado el final punto de corte de la tercera fase en una lejana línea cerca de los 300 más votados.

La selección de relatos finalistas, pues, quedó determinada sin efemérides, momento en el cual algunos aprovecharon para poner más o menos cajas según convenía, generando (al tener más) mayor posibilidad para subir el número de MG, ya inocuos, teniendo en cuenta que la posición no iba a ser relevante para alcanzar a los expertos.

Así pues se cerró al fin el plazo y llegó la espera hasta el 30 de noviembre, donde se fijó la fecha del fallo final del jurado.

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El fallo del IV concurso de relatos de Sttorybox

Había nervios. No ya por la posibilidad de resultar finalista, sino porque ya llevábamos tiempo dentro y también quería ponerle la tercera y final parte a esta serie de posts sobre los concursos de voto público.

La incertidumbre era grande, y cuando por fin se desveló la hora de la publicación de la decisión, pasada la una del mediodía, algunos de los más activos durante el certamen nos mostramos inquietos y con muchas ganas, ya no solo por nuestro relato (95%), sino también por ver si algún colega estaba con nosotros en la selección.

El golpe fue demoledor.

Y progresivo.

Mi no inclusión entre los 25 mejores no despertó en demasía mi atención: llevo años participando en concursos, quedando finalista con relatos de calidad media y viéndome fuera con los de quilates, así que felicité con deportividad y corazón a los finalistas que conocía (aprovecho aquí para hacerlo también con Emilio y Rurba, dignos seleccionados que se me han pasado). Que el ganador no me sonase de nada, pues tampoco me impactó: habría leído unos 100 de los 300 aspirantes.

Con lo que me quedé alucinado fue con el hecho de que de unos cinco relatos que consideraba seguros en la final por su superior calidad (más allá de la segura presencia del líder del ránking) solo dos, tres quizás, estaban en la lista de 25.

El para mí mejor relato a concurso (no es el mío, ni daré nombres, por respeto al resto) estaba fuera de la final, así como algunos de creatividad y capacidad de escrita y argumental muy notable. Ni la presencia entre los 25 de mi relato más querido (que no mejor escrito), podía hacerme sentir satisfecho con el resultado. Así que me dije que tocaba leer a los vencedores para poder formarme una opinión amplia.

Fue entonces, justo antes de hacerlo, cuando me enteré del cambio en el proceso: si bien las bases daban a entender que los trescientos irían a parar a manos del jurado de escritores, ¡resulta que solo esos veinticinco seleccionados lo hicieron! Se hizo una preselección que acabó dejando solo dos docenas de cuentos en manos de gente como Sara Búho o Abel Amutxategi, que —con cinco votos cada uno en la pública votación— dejaron sin ninguno a algunos relatos de calidad sorprendentemente baja para la competencia general que había.

E, insisto: no hablo de mi más o menos bueno relato. Hablo de cuentos premiados con primeros párrafos titulares de fallos gramaticales. Hablo de finalistas con problemas en la acentuación de la palabra “qué”. De ganadores que no saben escribir “siquiera”.

No me preocupa el fallar en el concurso, porque creo que los que participamos activamente nos divertimos, conocimos gente y vimos nuestros egos inflados y nuestras sonrisas agrandadas. Lo que me inquieta es que, en un certamen al que me presenté para criticar el voto público y condicionado, haya tenido que aparecer una vez más el fantasma del gran problema de los concursos literarios a los que me enfrento constantemente.

El fantasma de las subjetividades pasadas

Hagamos un ejercicio práctico y comparemos estos dos fragmentos de relatos a concurso:

Texto 1: En un rincón de la descarnada pared de la sala, Hanna descubrió la frase garabateada en inglés por el dolor de algún soldado aliado. Decenas de personas esperaban turno para identificar los escasos efectos personales que las tropas americanas habían encontrado peinando las ruinas del campo de concentración. Las ventanas abiertas apenas dulcificaban la atmósfera de emoción contenida mezclada con el indefinible y lejano hedor de la guerra.”

Texto 2: “No tenía la menor idea, en aquel tiempo, de a qué se dedicaba a producir la Factoría, no le estaba permitido saberlo. Eso le entusiasmaba y divertía. Al pasar la prueba meses después, lo descubrió y todo se torció.”

Me aburre la literatura histórica. Brrr… No, no me va. Sin embargo, el primer fragmento es elegante. Puede caer en algún lugar común, como “escasos efectos personales” o incluso el nombre de la chica —teniendo en cuenta la temática nazi—, pero es fino, unas líneas que bien podríamos encontrar en cualquier novela sobre la Segunda Guerra Mundial.

En cuanto al segundo texto, vemos también lugares comunes, como el “todo se torció”, así como un claro error gramatical (sería o “no tenía ni idea de a qué se dedicaba la Factoría” o “no tenía ni idea de qué se dedicaba a producir la Factoría”).

Pues bien, el primer texto, Crucigrama de Lázaro Clemente, no está entre los 25 mejores, mientras que el segundo, La Factoría. de BukowskiRulesAndShutUp, es el ganador del IV concurso de relatos de Sttorybox.

No deis en ver aquí un ataque a nuestro flagrante relato campeón —tras el fallo, en el puesto 228 del ránking de MG públicos (que ahora, y de pronto, suben y suben)—. A mí quienes me preocupan son los relatos de compañeros que se quedan fuera de la final con una calidad literaria sobradamente superior a la de alguno de los veintipico finalistas.

Pero claro, nos dirán lo de siempre. “¿Qué es un buen o mal relato? Es subjetivo.” Y qué razón tienen. No hay una lista oficial de cosas que conviertan a un relato en una buena obra.

Un garrafallo de combinación de tiempos verbales en el primer párrafo de un cuento para mí puede ser determinante, mientras que para otros la inclusión de crítica a la política y al mundo empresarial en tiempo de crisis puede ser motivo más que suficiente para superar a relatos de creatividad, corrección y belleza estética muy superior.

Pero nadie puede decir quién tiene razón, pues es subjetiva.

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Votación a relato ganador entre los 25 finalistas preseleccionados

El “Mucho ánimo”

Esto no va para aquellos que escriben sin acentos, que no saben poner comas y que —como los protagonistas de la secuela parodia que hice de mi relato a concurso—seguramente estén pensando en lo malvados que son los jueces en lugar de mirar dentro. Esto va para aquellos que —ya no solo en Sttorybox, sino en cualquiera— veis vuestros relatos caer concurso tras concurso literario a manos de obras que consideráis de argumento pobre, de ilegibilidad notable o incluso con falta de corrección ortográfica y gramatical.

Mucho ánimo.

Y a trabajar.

Porque nosotros no podemos hacer que los jurados piensen como nosotros, vean lo que nosotros y sientan lo que nosotros. No podemos estar atentos a cómo leen el relato mientras desayunan para decirles “¡Ey! No cojas el teléfono y préstame atención, que me ha llevado horas de trabajo”. No podemos.

Lo único que podemos hacer es mejorar.

Revisar. Leer. Editar. Leer más. Escribir.

Y ser mejores y mejores hasta que la suerte y el esfuerzo hagan que un día el excelentísimo miembro del jurado deje enfriar su café porque lo que lee es una pasada incontestable.

¿Qué hacer cuando ves tu relato fuera? Seguir participando.

Los buenos relatos no ganan concursos literarios. Los ganan los buenos relatos que no dejan de intentarlo.

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Algunos de mis intentos fallidos en los últimos años

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8 comentarios en “21 días en un concurso de relato público (3): el fallo polisémico y el fantasma de las navidades pasadas

  1. Pingback: ¡ÚLTIMA HORA!: Osgonso renuncia a sus sueños | oscargonzalezsoto

  2. No tenía idea de que todo esto había sucedido en el certamen pasado, Osgonso. Para mí, es primera vez que accedo a esta plataforma. Había concursado antes en otros certámenes (pero siempre con votación del jurado, nada de ayudas externas para poder clasificar); sin embargo, en este quinto Concurso de Sttorybox, noto que se ha progresado mucho, pues los spam ya no los detecto. No obstante, muy a mi pesar, sigo notando que las redes sociales influyen mucho para que sigan pasando de ronda historias con garrafales fallos ortográficos. Me gusta mucho tu nueva historia. ¡Ánimo!

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  3. Pingback: 21 días en un concurso de voto público (2): el unicornio y la mirada al espejo del spamer caído | oscargonzalezsoto

  4. Hola, Osgonso, realmente disfruto mucho leyendo tus críticas. Estoy totalmente de acuerdo con tus conclusiones. En lo personal ya se me hacía raro que los de sttorybox decidieran enviar los 300 relatos a manos del jurado. Y entonces temí lo peor, que hicieran ellos mismos una preselección. No sé cuántos administradores serán, pero no son más de cinco, y diré (pecando de difamador) que la objetividad no es precisamente su fuerte. Yo pienso que la subjetividad es inevitable, pero oye, se puede controlar. Si pones a cinco escritores de género realista y de terror (hipotéticamente hablando) a juzgar veinticinco relatos donde veinte son de humor o de fantasía, creo que poco se puede hacer con el resultado. Para estos casos, en la variedad y en la multitud, se encuentra la justicia. Si se hubiesen conseguido unos veinte jueces, todos con un buen juicio (sí, hay jueces con mal juicio por estúpido que parezca), gustos distintos, y por supuesto más de algún logro que les valga respeto en el ámbito literario, creo que el resultado hubiera sido otro. Pero es mucho pedir para un concurso en el que como dices no hay gran cosa en juego, más que el tiempo invertido, los ánimos recibidos, y un regalo sorpresa que nos tiene a todos en vilo por saber qué es (nótese el sarcasmo). En fin, grandes escritores como Bukowski o Stephen King (por mencionar los que recuerdo ahora mismo) fracasaron muchas veces antes de ser reconocidos. El fracaso es una escalera larga, pero los que estamos dispuestos a transitarla hasta el final, definitivamente obtendremos grandes recompensas, que no tienen por que ser el éxito y el reconocimiento de la gente (perdón, si no escribo algo filosófico me siento incompleto).

    ¡Saludos!

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    • Lo primero, agradecer el comentario previo, cuya respuesta es una sonrisa.
      Más allá de ello, no creo que haya dolido más la preselección que el desconocimiento de que se iba a hacer, así como de qué modo se haría, pero bueno, el resultado bien podría haberse visto decantado de igual insatisfactoria forma, así que…
      En cuanto a la escalera, remitirme a lo dicho en el post: no triunfa quien tiene el mejor, sino quien lo tiene y lo intenta una y otra vez. Si triunfas a la primera con un buen relato, no es solo que el relato sea bueno, sino que también has tenido esa dosis de suerte que tanto se necesita.
      Un placer tenerte por aquí y espero verte pronto!

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  5. Pues yo no estaba nervioso porque sabía lo que había… Pero te busqué a ti a ver si habías optado a ser finalista. Yo estoy a la espera de un fallo en un concurso literario y para ese sí estoy algo nervioso, pero con las mismas esperanzas que tuve con el de sttorybox. ¡A la próxima!

    PD: Para mí, el tuyo debería haber estado en la final.

    ¡Un abrazo!

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    • En los certámenes de este tipo, sin premio monetario y con fluida interacción entre participantes, la derrota se vuelve poca cosa, pero sí que me fastidia el no ver reconocidos unos cuántos relatos que sí consideraba rivales dignos.
      Es muy importante el que se premie al verdadero buen hacer literario, y no verle recompensa a ciertos escritos sí que me duele, porque veo que podría pasar en muchos de los concursos en los que relatos que me parecen poco menos que inmejorables (no como mi AEC…) caen. Siempre me excuso pensando que hay gente muy buena, pero ver cosas como la ausencia de algunos cuentos superiores en la final sí me hacen perder la fe en la capacidad de ganar concursos más allá de la suerte, y que la gente que se lo curra pierda fe, duele.
      Espero que tus esperanzas se cumplan en ese fallo que esperas ^^ Un abrazo

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      • Estoy de acuerdo contigo. Hay gente muy buena que no es premiada, y eso pasa siempre.A veces, he leído relatos de gente que no ha ganado a lo que quiera que estén concursando y, en mi opinión, lo merecían. El porqué, no lo sé, pero bueno, será cuestión de no rendirse nunca y mejorar. ¡Muchas gracias por los ánimos!

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